martes, 14 de abril de 2009

Ignacio, ya sé que es como un espejo. Estás acostado o fumándote un cigarrillo. Yo aquí sostengo un espejo y creo que sos vos. Pero no lo creo, te escribo porque no sabes leer. Si supieras no te escribiría o te escribiría cosas importantes. Alguna vez tendré que escribirte que me estoy portando bien o que me estoy abrigando. Parece increíble que alguna vez, Ignacio. Ahora solamente te escribo en el espejo, de vez en cuando tengo que secarme el dedo porque se moja de lágrimas.
¿Por qué, Ignacio? No estoy triste, Jazmín es una pavota, se me fue al suelo la cera de una vela verde, convencida de que era solo eso lo que se me iba al suelo.
Ignacio, es idiota llorar así porque la vela se ha ido al suelo. La pieza está llena de gotitas, te divertirías si vieras los dibujos de cera, todos tirados por el suelo.
Menos mal que cuando me vaya a dormir ya habré limpiado, pero primero tenía que escribirte, llorar así es tonto, las ventanas se ponen blandas, se ven como halos en los espejos de mi habitación, y ya no oigo la canción Quelqu'Un M'a Dit; cuando estemos juntos te la cantaré, verás. Que tu m'aimais encore, C'est quelqu'un qui m'a dit Que tu m'aimais encore. Serais ce possible alors? A ti te gustaría, Ignacio. A vos te gustaría.
Yo digo que todo está muy bien y que eres un ser encantador, pero mientras hablas esconde las manos en los bolsillos como hacen algunos animales malignos, Ignacio, y eso me da miedo. Cuando se lo dije a mis amigas, se reían mucho, pero no se da cuenta de que yo lo siento, y que aunque no haya ningún animal maligno que esconde las manos, yo siento, no sé lo que siento, no lo puedo explicar. Ignacio, si en tus ojos pudiera leer lo que te ha pasado en esos días, momento por momento.
Todo es tan raro, Ignacio, por ejemplo me gusta decir tu nombre y escribirlo, cada vez me parece que te toco la nuca y se te produce un escalofrío como los míos pero mas hermosos.
Hay una cosa que se llama tiempo, Ignacio, es como un bicho que anda y anda. Ya no lloro más, estoy contenta, pero es tan difícil entender las cosas, necesito tanto tiempo para entender un poco eso que los otros entienden en seguida, pero ellos que todo lo entienden tan bien no te pueden entender a ti y a mí, no entienden y en realidad no les importa, y a mí que tanto me importa solamente sé que no puedo.
No quiero escribir sobre lo que nos pasa, por lo menos ahora, necesitaría tanto acercarme mejor a mí misma, dejar caer todo eso que me separa del centro. Acabo siempre aludiendo al centro sin la menor garantía de saber lo que digo.
Nunca te quise mostrar mis manos a lo mejor tuve miedo de que leyeras en ellas alguna verdad sobre vos, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones; y quizás a lo que llamaba felicidad era que yo estaba de pie frente a ti, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de transporte.
Demasiado tarde, siempre, porque aunque hagamos tantas veces el amor, la felicidad tiene que ser otra cosa, algo quizás más triste que esta paz y este placer, un aire como de unicornio o isla, una caída interminable en la inmovilidad.
Todo este tiempo estuve más que pensado, venía de un territorio que las palabras eran como locos de clínica, entes amenazadores o absurdos viviendo una vida propia y aislada, saltando de golpe sin que nada pudiera atajarlos.
Yo creo que te comprendo, vos buscas algo que no sabes lo que es. Yo también y tampoco sé lo que es. Pero son cosas diferentes, vos sos como un espíritu lleno de rigor, tenes miedo, queres estar seguro; no sé de que... Sos como un medico, no como un poeta.
Vos no podrías. Vos pensas demasiado antes de hacer nada. Partís del principio... partís del principio de que la reflexión debe preceder a la acción. Qué complicado. Vos sos como un testigo, sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cuadros están ahí y vos en el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo soy un cuadro, la plaza es un cuadro. Las perras negras son un cuadro. Tu pieza es un cuadro. Vos crees que estás en esa pieza pero no estás. Vos estás mirando la pieza, no estás en la pieza.
Ah, cuando pienso en vos me pongo a llorar, Ignacio, y es sucio y amargo, no me gustaría que me vieras, tú que ves a veces la paz en las cosas, o que oyes los pájaros que cantan en mi casa.
Mis amigas me trata de sentimental, me trata de materialista, me tratan de todo porque no te llamo o porque quiero llamarte, porque renuncio, porque quiero ir a verte, porque de golpe comprendo que no puedo ir, Ignacio, por que el mundo ya no importa si uno no tiene fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero, si uno se ordena como un cajón de la cómoda y te pone a ti de un lado, el domingo del otro, el amor de madre, el juguete nuevo, el tren, la visita que hay que hacer. No me da la gana de ir, Ignacio, y tú sabes que está bien y no estás triste. Tengo razón, a veces no me importa nada de ti, y creo que eso me lo agradecerás un día cuando comprendas, cuando veas que valía la pena que yo fuera como soy.
Pero lloro lo mismo, te escribo esta carta por que no se, por que a lo mejor me equivoco, porque a lo mejor soy mala o estoy enferma o un poco idiota, no mucho, un poco pero eso es terrible, la sola idea me hace una doble llave en la boca del estomago, tengo completamente metidos para adentro los dedos de los pies, voy a reventar los zapatos si no me los saco y te quiero tanto, mi amor, amor, algodón de azúcar, te quiero tanto, caballito de jueguete.

1 comentario:

  1. me gusta mucho esta carta me llena de cosas que no entiendo, pero me sientan bien.
    Te felicito Pájara pinta!!

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